domingo, 24 de julio de 2011

Ese día fue genial. Primero jugó en su castillo, se encaramó en lo alto de la torre más alta y ni él sabe cuánto tiempo estuvo protegiendo a su pueblo contra el ataque de unos poderosos dragones. Venció, por supuesto. Después se montó en su nave espacial y llegó a Marte, donde descubrió a unos extraños seres. Una vez llegó a casa se montó en un pájaro alado y recorrió su ciudad por los aires. Cuando aterrizó, ganó una carrera de coches. La gente le aclamaba por todos sus logros. Tras la carrera de coches bajó a lo profundo de una cueva, más profundo de lo que jamás nadie había llegado y se echó una siesta. Una vez hubo subido, encontró el tesoro que un viejo pirata había escondido y nadie había logrado encontrar. Tras el tesoro se sumergió en el océano y nadó con los peces. Después cenó y se durmió en una hamaca del Caribe junto a su castillo, nave, pájaro alado, coche, cueva y tesoro.
Al despertar, nada de eso estaba.

-Mamá, ¿y la caja que cogí ayer?

-Ah, ¿eso era tuyo? Lo tiré ayer. Eh, pero no llores, no era más que una caja de cartón.

Tras ver el disgusto del niño la madre resolvió conseguirle una caja al día siguiente, pero ella no lo entendería, había perdido a su niña interior.

El niño siguió llorando, su madre no comprendía que en aquella caja guardaba todos sus sueños.
Nado a contracorriente. Me encanta sentir la frialdad de las olas, la sal pegada a mi cuerpo y el reto que supone seguir avanzando. Meto la cabeza y dejo a mi cuerpo fundirse co el agua. Ya no soy nada. Pero vuelvo a salir y continúo nadando hacia un destino incierto, sólo pretendo que el agua me golpee, me envuelva y me haga suya. Quiero que el agua borre por un momento mi existencia y mi huella. Y no significar nada. Poco a poco me canso. Sigo o sola en esta inmensidad, pero esta vez nadie me oirá. Sí, quise perderme, sí quise desaparecer. Pero aún no me he
perdido, aún sigo siendo yo, y aún conservo mis problemas y la razón. Cansada a mar abierto siento que el peso de un ancla intenta hundirme. No me rindo. Sigo intentando cruzar el mar, sé que si me dejo arrastrar no me perderé, sólo me ahogaré en mi discreta existencia. Lucho, braceo, parezco un pez fuera del agua, el ancla pesa demasiado y estoy exhausta. Cansada del mundo, del horror, cansada de mí. Siempre en medio, nunca demasiado o nunca insuficiente. Cansada de la gente. Cansada, a veces, de existir. Y de este ancla que se empeña en hundirme. No sé si llegaré a algún sitio, no sé si conseguiré por un momento perderme, sólo tengo la certeza de que, si me ahogo, nadie escuchará mi voz.

sábado, 16 de julio de 2011

Bailemos al son del vacío

Bailemos al son de este vacío. Mientras todo acaba. Bailemos al son de nuestro último atardecer. Acércate. Cierra los ojos mientras nos deslizamos a la profundidad. Bailemos hasta que olvidemos quiénes somos, hasta que no importe. Bailemos mientras todo se empeña en caer. No caeremos. Agárrame más fuerte. Tengo vértigo. Pero no miedo, no mientras sigamos así. Demos vueltas para que, al marearnos, veamos distinto el mundo. Ahora mírame. No puedo ver cómo todo se destruye tanto dolor no cabe en el mundo. Bailemos hasta que sólo veamos nuestros ojos, nuestra cara reflejada para sobrevivir. ¿Quieres saber el final del cuento? Lo siento, pero esta vez no habrá magia que nos salve, no tendré un vestido nuevo ni un disfraz. No tengas prisa, a las doce seguiré siendo yo. Como ahora. Sin máscaras, tú y yo bailando. Sólo nosotros. Nuestras respiraciones agitadas. Nuestras manos. ¿Nuestras? ¿Nosotros? Creo que ya somos una sola persona. Todo se derrumba. Me aferro más a ti como si fuera a salvarme. Pero el mundo está hecho de ilusión. Todo mera ficción. Pero no pares. No te asustes. No mires qué pasa. Sólo mírame, baila. Concéntrate en el siguiente paso. ¿Ya no sientes miedo¿ Bien, ya estoy demasiado cansada para que la tristeza del mundo me afecte. Bien. Sigamos con esta danza infinita. Bailemos al son del vacío. Hasta que todo acabe.