Eras luz. Hasta que te pusieron esa piedra en la mano y te obligaron a romper el cristal. Eras luz. Hasta que aquellos columpios se llenaron de polvo y su vaivén olvidó que eras sólo un niño. Eras luz. Hasta que viste aquella botella de vodka rota sobre el suelo. Eras luz. Hasta que en tu casa sólo escuchabas hablar de aquella crisis. Eras luz. Hasta que viste a tu madre rota llorando en aquella esquina. Eras luz. Hasta que tu madre te descubrió mirándola y en la escarcha de sus ojos te dijo que todo iría bien. Eras luz. Hasta que entendiste que te había mentido. Eras luz. Hasta que comprendiste qué era eso del dinero. Eras luz. Hasta que los parques quedaron vacíos y en el tobogán sólo quedó un eco. En esta oscuridad, a veces se encienden luces frágiles. Cuando suspiramos, parpadean y se apagan. Tú no suspires, pues aún guardas tinieblas en tus ojos.