Se rompió el espejo
huyó la sombra
asesinaron a Dios
y cambiaron las tornas.
Inició su camino
sordo de silencio
abandonó al destino
Cayó la máscara.
Acompañado de soledad
y sabiendo intangibles sus sueños
fue en busca de la verdad
inexistente del universo.
Se sentó a esperar
ebrio de ausencia, de soledad
a una visitante que decían
no llamaba al entrar.
De una belleza sobrenatural
y de una vitalidad sospechosa
entró la verdad a su casa.
Entró sin llamar; presuntuosa.
Él sonrió, seguro
de haber dado con la llave
que buscaba. Ella sonrió, compadeciente
dejándole disfrutar de aquella ilusión breve.
Cuando comprendió la observó, admirado:
había dado con la clave. Sonrió.
Ella se dirigió hacia él, y sus vivaces y bellos ojos clavó.
Él no tuvo miedo, se dejó llevar...
Y así se terminó el camino, la ausencia, la soledad.