martes, 28 de septiembre de 2010

Oscuridad

Corre como si la oscuridad no puediese alcanzarte,
Corre como si la oscuridad no te hubiera alcanzado ya,
Corre como si la oscuridad no envolviese tu alma,
Corre como si no fueras ya oscuridad.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Inútiles intenciones


Hoy me convertiré en alguien. Dejaré de ser ese personaje anónimo y transparente que pasa desapercibido. Hoy destacaré, ya no seré alguien del montón. Hoy me he levantado con algo que hacía mucho tiempo no sentía: fuerza. Esa fuerza que te impulsa a luchar por lo que quieres sin rendirte, sin quejarte, que te hace cambiar el mundo. Y lo haré. Hoy quiero cambiar el mundo. Combatiré las lágrimas con sonrisas consoladoras y me esforzaré por eliminar la causa de ese llanto. Hoy lucharé por no desechar esos pensamientos desgarradores, desoladores, que acechan mi mente de vez en cuando. No los olvidaré para poder hacer algo por ellos. Poco, muy poco quizá pero poco siempre es mejor que nada. Hoy empezaré todo lo que deseo para que mi nombre no se pierda en los anales de la historia, para que mi recuerdo perdure y quede de mí más que esas anécdotas que mi familia pueda llegar a contar. Porque ésas sé que también se perderán. Quiero que en un futuro alguien piense en mí y diga: ¡Que buena persona, lo que hizo él solo! Y sigan mi ejemplo y aporten, poco a poco, su granito de arena. Porque amigos, un desierto está formado por granos de arena, un océano por gotas de agua, la Humanidad por personas capaces de romper los límites que ellas mismas se imponen. Y no lo saben. Desconocen que los límites te los pones tú. Y que se pueden romper. Hoy ayudaré a alguien. Donaré dinero para aquellas personas que tanto lo necesitan y de las que tan fácilmente nos olvidamos. Daré mi ropa vieja a un contenedor. Hoy lucharé contra todas aquellas cosas que se interponen entre la realidad y mi mundo ideal.  Hoy visitaré un geriátrico para que todas aquellas mentes (tanto las confundidas como las cuerdas) puedan tener alguien a quien contar por milésima vez sus hazañas de cuando eran jóvenes. Hoy dejaré de ser pasivo. Hoy procuraré dar el apoyo de todos los que me necesitan y que yo ni siquiera me había dado cuenta de que necesitaban mi ayuda. Hoy me uniré a la lucha contra el cambio climático que algunos aún se niegan a reconocer como existente. Hoy proclamaré a los cuatro vientos que aún queda un poco de esperanza, que todos podemos formar una unidad que acabe con nuestros problemas. Hoy demostraré lo absurdo de la ambición y proclamaré lo beneficioso de la generosidad. Hoy lucharé por dar voz a aquellos a los que se ha dejado de escuchar o quizá nunca se escuchó. Hoy, definitivamente, lucharé por cambiar el mundo.
 Pienso todo esto tendido en la cama de mi habitación. Me levanto. Creo que ya cambiaré el mundo otro día.
Y así, poco a poco, las oportunidades de lograr lo que queremos se pierden entre la multitud de “mañanas” que dibuja la gente que aún no ha sido capaz de vencer a la pereza y al miedo que siempre impone arriesgar. Así, poco a poco, la gente deja de buscarle forma a las nubes.

martes, 14 de septiembre de 2010

Querida muerte:

Hoy, Muerte, aléjate de mí. Aleja tu trémula mano de mi alma infeliz. Reconozco haberte llamado en silencio, temiendo y anhelando tu mortal beso. Pero ahora lo lamento. Aleja tus cuencas vacías de mis aún vivaces ojos, guarda la guadaña con la que un día habrás de sesgar mi rostro. Muerte, me equivoqué contigo. La soledad y el sufrimiento hacen de uno espejismos. Muerte, ahora me asustas. No tapes con tu oscuridad el débil fulgor que he conseguido incendiar en lo que antes fue el nido de mi dolor y llanto, el lugar en el que te llamé con los labios apretados. Muerte: ¿estás realmente al destino unida? ¿O son las casualidades aquello que te guía? Muerte, ¿a dónde me conducirás? ¿Existe realmente el Más Allá? Desgraciada Muerte ¿acaso disfrutas con tu trabajo, o sufres cada día por las vidas que has matado? Muerte, eres tan atractiva cuando el dolor se convierte en tu vida...Te pintan apacible pero ¿no puedes ser dolorosa? Muerte, no me hables, temo el murmullo de tu muerta boca. Lúgubre sonido el de tu túnica al rozar el suelo: ¿qué es lo que uno puensa cuando ya se sabe muerto? Muerte, no conviertas en vidriosos mis ojos, en fría mi piel, en inexistente mi alma. Muerte, sé buena, mi invitación ha sido retirada. Muerte: ¿me estás esperando? Si es así, ¿dónde te encuentras? Quizá mejor no saberlo, el conocimiento de tu final hace de los días un tormento. Destino: ¿existes? ¿Mi muerte ya está escrita o se escribirá sola? Muerte, no respondas, ocúpate de limpiar la sangre que mancha tu hoja. Muerte ¿eres feliz o tu rostro es el eco de tu tenebrosa alma? ¿Alma? ¿La tienes acaso? Muerte, tus huellas quedan borradas tras el ocaso. Ocaso, palabra que describe tu trabajo. Cuando el sol se pone deja paso a la oscuridad. Pero la diferencia es que la persona no resucitará. Muerte: ¿tendrá mi epitafio bonitas palabras o sólo las de aquellos que me odiaron en vida? Muerte, ¿dónde quedó tu justicia? ¿Dónde se encontrará tu alma perdida? Muerte: ¿está escrito mi nombre e tu lista? No me lo digas, quédate en tu solitaria guarida. Muerte: ¿no te cansas de la soledad? Sé que asfixia, por eso osé un día a imaginar tu compañía. Muerte, ¿ya es tarde para soñar, o aún queda una esperanza para la Humanidad? Muerte, ya no quiero pensar más, aléjate de mí, no quiero tu frialdad.

Muerte, sólo por hoy: déjame en paz.

Tiempo perdido

Al final siempre resulta que nos faltó tiempo.
Tiempo para decir aquello que no dijimos,
para sentir todo aquello que no nos atrevimos a sentir.
Tiempo para hablar, para comprender
Tiempo para aprender a ser.
Tiempo para conocernos, para confiar
Tiempo para volver a empezar.
Tiempo para compartir miradas, caricias, sonrisas
Tiempo, para compartir una vida.
Tiempo para imaginar, para soñar
Tiempo para bailar y disfrutar.
Tiempo para vivir, para enamorar
Tiempo; para la libertad.

Pequeño inocente

Pequeño inocente de alma auténtica, por tu propio bien; no crezcas. La realidad destruye la inocencia, impulsa al alma a vivir engañada ocultando la autenticidad antes expuesta. Sincero corazón, no te abras ante el mundo, éste te hará mentiroso, frío, duro. Verdadera sonrisa, no te dejes borrar, las vergüenzas de la Tierra habrás de ignorar. Dulce y alegre concencia, no quieras madurar. De lo contrario las crueldades del mundo sobre ti se vertirán. Empañarán tu alegría, tu eterna sonrisa. Pequeño inocente: no crezcas nunca. Ilusionados ojos, no miréismás allá, es poca la belleza entre tanta maldad. Ávida boca, piensa bien antes de hablar, si eres inconformista mucho queda por andar. Pequeño inocente, no quieras saber más. Disfruta ahora más tarde crecerás. Ansias de saber escondéos unos años, ya podréis después conducir al desengaño. Cosas bellas de la vida mostrad todo vuestro esplendor. Sólo los pequeños inocentes sabrán apreciar vuestro candor.

Pequeño inocente de alma auténtica, sincero corazón, verdadera sonrisa, dulce y alegre conciencia, ilusionados ojos y ávida boca disfruta de tu momento, futura mariposa. No quieras ser mayor, atesora tu felicidad.
Pequeño inocente: no crezcas más.

Pacto con el diablo

Vendí mi alma al diablo por unos míseros deseos. Arrojé mi dignidad al mar para poder mostrarme como yo me veo. Pero ahora, sin mi alma, ya no soy lo que era y me pregunto: ¿mereció verdaderamente la pena? Cansado por no poder conseguir lo que quería y acosado por una opción casi prohibida caí en el juego de aquél que las llamas eternas custodia. No tuve miedo, confiaba tanto en él…Parecía que todo te incitaba a creerle. Sus bonitas palabras disfrazadas en un cuerpo hermoso al contrario de lo que la gente cree. El diablo es guapo, por eso la gente se niega a reconocer caer. Puede adoptar cualquier forma y no intentes resistirte. Caerás, oh débil humano, ante lo brillante del mundo ofrecido por sus labios. No pensarás que es él hasta caer en cuenta de tu error. Ya tarde amigo, los pactos con el diablo son definitivos. Maldecirás como yo hice, tu infinita estupidez, y pensarás ¿cómo pude caer? Todo el mundo se cree especial hasta que se da cuenta de que todas las personas tropiezan con la misma piedra. Yo me crucé con el diablo en una tarde lluviosa. Todo el mundo se ocultaba bajo sus paraguas; él se dejaba acariciar por las gotas. Nos conocimos y le quise de inmediato me enseñó a encontrar la felicidad bajo el dinero a espuertas ganado. Luego me dijo que hallaría más felicidad en el poder. Después vendí mis sueños por ese mísero papel. Él me dibujó el futuro más bello que pudiese imaginar para ello yo sólo tenía que renunciar a todo lo que había sido, a todo lo que era entonces. Tenía que renunciar a mi personalidad. Fue entonces cuando la frialdad se adueñó de mi cuerpo ya vacío. Vi al demonio jugar con mi alma y miré envidioso, cómo se lo pasaba. Intenté hablar con él, pero no sirvió de nada. Me volvió a engatusar con sus bellas palabras. Cual inocente insecto fui enrollándome más en su red. Cual astuta y divertida araña, miraba cruel testigo él. Mis pasos se hicieron monótonos, mi mente estaba confusa. ¿Cómo reparar la pérdida de tu alma? Y la pregunta más dolorosa que yo mismo rehusé hacerme pero que se coló en mi pensamiento ausente ¿Quién era? Ya no lo sabía. Un imbécil, quizá. Porque ya se iba desdibujando mi anterior felicidad. La estupenda vida pintada por el diablo caía dolorosamente sobre mí. La realidad me volvió a invadir. De repente deseé morir. Aunque sabía a dónde iba a ir. Un día como otro cualquiera el diablo se apiadó de mí. Me llevó al infierno invitándome a pasar. Aunque yo había de soportar verle con mi alma disfrutar. Pero ¿qué más daba ya? Le pedí que me hablase y continuó con sus historias. Volvió a hablarme de la felicidad y los sueños, volvió a confundirme, pero esta vez lo quise a propósito. Despacio, suavemente, me abandoné a sus dulces palabras. Lenta, muy lentamente, olvidé quién fui y lo que él me había hecho ser. Y así, al calor de las llamas, fue donde terminó este ser estúpido que se dejó engañar por lo que unos llaman diablo, ése que está compuesto por el egoísmo y la ambición, dulce tirano.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Cuando la oscuridad de nuestro interior nos inunda

En esta noche oscura te llamo, casi a gritos
Las sombras me acechan y temo que me capturen
No te veo y te sigo llamando
El temor a las sombras sube

Yo me digo: "No es real"
pero, ¿hasta qué punto la realidad existe?
El tiempo se escurre entre mis dedos y me pregunto:
¿cuántos segundos que merecieran la pena viviste?

La soledad me envuelve con su violento abrazo
intento apartarla, ahora no la quiero
pero ella es más fuerte y abraza mi alma
¿Por qué es tan difícil querer ver el cielo?

A la oscuridad se acostumbran mis ojos
A la presencia de las sombras, mi miedo
Pero sigue habiendo algo inquietante
¿Por qué no puedo verlo?

Con tanta soledad siento que te necesito
Te vuelvo a llamar, pero puede que no me oigas,
¿Y si ya es demasiado tarde?
¿Y si he de quedarme sola?

Las sombras me vuelven a acechar
¿Es que nunca se marcharán?
De repente veo algo, pero temo que no sea real
Estás allí de pie, miro tu caminar

Te acercas, ya no tengo miedo
Podré salir de este lugar
Me hablas, me tranquilizas
Nada puede salir mal

Me tomas e la mano y me conduces
a la libertad, ¿quizá?
Me despido de las sombras
sé que volverán

La luz vuelve a invadirme
Mi felicidad vuelve a estallar
Sólo cuando me giro para mirarte
descubro que no estás

Aún así permanezco allí
El silencio de la oscuridad aún me intimida
sé que regresará en busca
de mi otra vez alma perdida

Tortura

Sale desorientado, mira a su alrededor. Los aplausos y gritos le confunden aún más. De repente ve algo rojo. Un hombre se acerca invitándole a pasar. Primera banderilla. Empieza a sangrar. Pero el espectáculo acaba de comenzar. Los cómplices aplaunden más a medida que su incomprensión aumenta. ¿Dónde estaba su pradera? A cada banderillazo su dolor se hacía más agudo y subía la intensidad de los vítores. Él, loco de dolor, comenzó a correr por la pista. Aquella cosa roja volvió a llamar su atención. La sangre manaba de su cuerpo como un torrente. Casi no podía andar. Era una tortura. La gente seguía gritando mientras él intentaba mantenerse en pie a duras penas. El rojo cubría su cuerpo maltratado. Las agujas que le había introducido se clavaban más a cada paso, aumentando su instintiva furia. Cuando, tras otra estocada se desplomó en el suelo mugiendo de dolor, el hombre se le acercó y le clavó aquella espada que habría de acabar con su vida. Henchido de orgullo, el asesino levantó su montera ante el público, que le vitoreaba con pura admiración. Mientras, a su lado, el cadáver del toro seguía aún caliente.