sábado, 21 de julio de 2012

Que comience la función

Estaba tan obsesionada con que el alba llegaría que perdí la luz. Y en oscuridad estaba tan asustada de mis fantasmas que perdí la luna. Y la soledad no me dejó otra que descubrirme. Cayó la máscara sobre el duro suelo. Aquellos zapatos pulidos la esquivaban. Unos pies descalzos se detuvieron. Con tanta gente allí me sentí muy frágil, e intenté arrebatarle mi máscara a aquel desnudo desconocido antes de que él pudiera romperla. Forcejeamos y la máscara cayó en el mar. Demasiado lejos. El desconocido me tocó e hizo que yo le tocara. Suavemente me rozó los párpados haciendo que cerrase los ojos. Me olvidé de aquellos zapatos con tantas prisas. Toqué el torso desnudo del desconocido. Desprendía un calor que me hizo comprender demasiadas cosas. Me mostró sus pies casi destrozados, pero ya listos para andar sin cárcel. Me desnudé y descalcé consciente de aquella intimidad. Me dio un beso en la frente y, cuando fui a tocarle, ya no estaba. Con el calor de su cuerpo en mi mente y una nueva energía me dispuse a caminar. Las piedras me hacían daño en los pies, pero seguí. Empezaba a sentirme bien cuando comenzaron las risas. Sabía que eran de pura inseguridad, que lo hacían para sentirse más fuertes, que una parte de ellos quería ser como yo. Pero en ese momento no pude pensar con tanta claridad, o simplemente todas esas cosas no podían hacer que dejase de sentirme como me sentía en ese momento. El desconocido me había creído demasiado fuerte. Tras unos minutos siendo el centro de sus risas, burlas e insultos, no aguanté más y me cubrí con lo que encontré más a mano; una manta rota abandonada sobre la basura. Apestaba, pero yo ya no era capaz de salir a la intemperie. Mi máscara cruzó el mar y, un día, llegó a la orilla de una isla. Había niños corriendo. Mejor dicho, niños corriendo en pos de otro, que lloraba y gemía a la vez que intentaba escapar de sus risas. Su madre le había obligado a descubrirse. Cuando llegó a la orilla y encontró la máscara desgastada se sintió aliviado y se la puso. Los niños dejaron de reírse. Y así, todos disfrazados, ya puede comenzar la función.

miércoles, 29 de febrero de 2012

Busqué el fondo del cielo,
El límite del horizonte
Y no encontré más que lo que fui,
Lo que nunca volveré a ser,
Y un irritante tic-tac que
Me recuerda que esto se acaba.

Busqué la cara oculta de la
Luna. Me busqué.
Te busqué.
Y lo que encontré no es ni
Digno de estar sobre un
Cenicero.


Me hundí en las tinieblas
Busqué entre el polvo,
A tientas en la oscuridad.
Y me encontré sola,
Con las manos vacías
Y en medio de la tormenta.

Osé asomarme a lo que soy
Y caí de puro vértigo
Busqué la melodía perfecta,
La imagen correcta,
Y no vi más que reflejos.

Y desaparecen cuando me doy la vuelta.

Busqué en los umbrales, en los
Engañosos espejos y en la cegadora luz.
Solo vi oscuridad.

Entonces comprendí que nunca daría
Con lo que buscaba. O al hacerlo la
Muerte me arrastraría al silencio.