martes, 13 de septiembre de 2011

Te asomas al abismo. Sabes que es muy complicado, casi imposible, que salgas ilesa. Sabes que es muy posible que no vueles. Pero, ¿y si puedes? La gente te descubre y grita desesperada intentando que entres en razón (para ellos entrar en razón significa mantenerte con los pies el la tierra). Por favor, no lo hagas, te harás daño. Te vas a caer, te vas a caer, te vas a caer. No entienden que cada vez que dicen esa frase te impulsan más hacia al vacío, que con cada intento de Te asomas al abismo. Sabes que es muy complicado, casi imposible, que salgas ilesa. Sabes que es muy posible que no vueles. Pero, ¿y si puedes? La gente te descubre y grita desesperada intentando que entres en razón (para ellos entrar en razón
significa mantenerte con los pies el la tierra). Por favor, no lo hagas, te harás daño. Te vas a caer, te vas a caer, te vas a caer. No entienden que cada vez que dicen esa frase te impulsan más hacia al vacío, que con cada intento de mantenerte a salvo te empujan más hacia el precipicio. Por favor, no lo hagas. Y saltas. Y extiendes los brazos, y sientes la ingravidez y descubres que es la felicidad… Y caes. Y tu cuerpo se estampa contra el suelo. Efectivamente, has caído. Efectivamente, te has hecho daño. Pero, a pesar del dolor, todavía queda algo de esa felicidad que sentiste en las alturas, esa felicidad que ellos no han sentido ni sentirán al mantenerse siempre con los pies en suelo firme. Feliz porque ha sido tu decisión.
Ellos no comprenden que tienes derecho a equivocarte.
mantenerte a salvo te empujan más hacia el precipicio. Por favor, no lo hagas. Y saltas. Y extiendes los brazos, y sientes la ingravidez y descubres que es la felicidad… Y caes. Y tu cuerpo se estampa contra el suelo. Efectivamente, has caído. Efectivamente, te has hecho daño. Pero, a pesar del dolor, todavía queda algo de esa felicidad que sentiste en las alturas, esa felicidad que ellos no han sentido ni sentirán al mantenerse siempre con los pies en suelo firme. Feliz porque ha sido tu decisión.
Ellos no comprenden que tienes derecho a equivocarte.

Infierno

Estoy desnuda en un lugar extraño. Tiemblo descontroladamente, este sitio está helado. Ando sobre el hielo y, al fijarme, descubro que mi horizonte no es más que un desierto congelado. El frío me duele, y sé que mire donde mire todo será igual, todo está muerto en este limbo gris. Aún así, y a pesar del dolor y de saber que no habrá salvación, corro desesperada buscando algo, creo que incluso yo misma ignoro qué es. Algo, quizá alguien, que me dé esperanzas, que me haga creer que podré escapar de aquí.
Estoy desnuda, y también herida. No fui consciente hasta que me detuve y, al mirar hacia atrás, descubrí que había marcado el camino con mi sangre.
Ya sé quienes fueron. Son los culpables de que esté aquí, en este paraje inhóspito, digno de tu peor pesadilla. Esta vez no es un inframundo, no hay llamas eternas ni
torturas perpetuas.
Es peor; es estar solo y herido en medio de una frialdad lacerante; de un frío que quema. Nunca sospeché que ellos pudieran hacerme esto. Me creí invencible. Me equivoqué. Como tantas otras veces. Llegaron de forma inevitable, como un huracán que me lanzó por los aires, me sacudió y jugó conmigo hasta enterrarme en mí misma. Yo, es la prisión de la que nunca conseguiré escapar.
Después me condujeron a este lugar, pero no hay demonios ni fuego que puedan recordarme qué es el calor. Esto es una tortura; encontrarme sola y en este lugar tan liso que tengo la certeza de que no podré aferrarme a nada.
Estoy ardiendo.
Mientras todo sigue inalterable, todo igual de muerto, yo soy fuego.
Supongo que yo tengo parte de culpa, por no pararlo todo; me fui introduciendo en el mar y los tiburones me arrastraron a las profundidades. Pero fui yo quien se acercó a ellos.
No supe pararlo a tiempo y ahora lo pago.
Desnuda, sin rumbo, permanezco vagando.
Tengo la esperanza de que, con el tiempo, esto se derrita.
Si no acaba antes conmigo...
Grito, sollozo, suplico, ardo en palabras de rencor y dolor, golpeo, me desgañito; pero ni siquiera el eco me responde. Vacío.
Caigo cual marioneta a la que le cortaron los hilos.
Maldita soledad, estúpido miedo.

Esto, es el infierno.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Supe que mentías. Lo supe desde el primer momento, pero nunca te dije nada. Quería mantener tu ilusión; tus ojos, sin pretenderlo, me suplicaban silencio mientras tus labios mentían. Te dejé mentir, tal vez acabarías por creértelo. Tal vez yo
acabaría por creérmelo. Los humanos lo necesitamos. Mentir, creer nuestra mentira, modificar la realidad, vivir en la realidad modificada. Estúpido instinto de supervivencia. Sentimos, por ello evitamos el dolor, por ello nos obcecamos en llevar máscara, venda, en vivir en las sombras. Por ello, cuando me mentiste, no dije nada, con la absurda esperanza de que tus palabras pudieran hacerse realidad. Sé que es una fantasía, una mera ilusión, pero nadie puede acusarme. Todos somos iguales. La verdad es dolor. No estamos hechos para sufrir. Por eso mentimos, esperamos que el otro se lo crea, quizá al decirlo, al convertirlo en palabras, se haga tangible y se haga cierto. Es triste, pero verdad. Huimos del dolor. Por eso, cuando me mentiste, no dije nada.

Al fin y al cabo, todos vivimos en la sombra.