viernes, 29 de octubre de 2010

Viaje hacia la verdad de ti mismo

Ando desnudo por un lugar extraño. Miro todo desde un ángulo al que no me acostumbro. ¿He encogido? Paseo por las llanuras repletas de árboles, amarillos, rojos, violetas, rosas… Veo un lago al que me asomo. ¡Soy yo de niño! Empiezo a correr y a mi paso brotan flores. Sonrío como si fuera la persona más feliz del mundo. Miro a las nubes y veo una piruleta que inmediatamente se materializa en mis manos. Corro y salto sonriente como solo saben los niños. Cuando piso el suelo cambia de color, y es ahora cuando me percato de que el cielo también ha cambiado. Veo un barranco y, decidido, me lanzo en picado y cuando creo que voy a caer despliego mis alas y vuelo, aún con la sensación de vértigo. Me tumbo en una nube mientras saboreo la piruleta que descolgué del cielo. Soy plenamente feliz y no parezco necesitar más que mi gran piruleta.
Creo que estoy cambiando, ahora lo veo todo desde otra altura.

Estoy caminando, esta vez, vestido. He crecido. Me encuentro con el lago y vuelvo a asomarme. La imagen está borrosa, pero aún así distingo el acné que me caracterizaba en la adolescencia. El paisaje también ha cambiado. Ya no tiene tanto color, el cielo es azul y el camino del color de la tierra. No hay más.  Al intentar coger una descubro que las formas de las nubes ya no se vuelven tangibles. Oigo algo que viene por detrás. Es como…Agua. Me giro justo para descubrir como viene hacia mí una ola gigante. Me preparo para el golpe y me uno a la ola. Ahora soy mar. Sólo una gota entre tantas otras. Pequeña. Casi nada…

No sé cómo ni cuándo he dejado de ser una gota, pero ahora vuelvo a ser yo. Tampoco sé que edad tengo y me aproximo al lago para verme. No puedo hacerlo: ahora el lago es opaco. Siento frío y me abrigo más. Me doy la vuelta para seguir caminando y descubro que lo que antes era un camino y aún antes una senda entre árboles, ahora es tan sólo un frío desierto. Se me antoja todo gris, monótono. Las nubes ahora son tan sólo nubes. Cada vez me cuesta más seguir caminando. Siento un tirón y caigo hacia atrás. Pienso que quizá me haya enganchado con algo, pero entonces veo que llevo atado un pesado reloj al pie derecho. Me pongo en pie e intento avanzar a duras penas, he de estar pendiente del reloj para que no se rompa. No sé por qué, pero sé que debo impedir que se rompa, por lo que camino al ritmo de su tic-tac. Noto cómo mi cuerpo vuelve a cambiar y, cuando quiero darme cuenta, mis manos están ya curtidas por los años.

Vuelvo a estar desnudo, ha desaparecido el enorme reloj y atisbo ahora un oasis. Me dirijo hacia él y, después de un cansado caminar, descubro que era un maldito espejismo del lago. El desierto es sustituido por un paisaje en blanco y negro. Todas las figuras se hayan desdibujadas. Los árboles se hayan desnudos, a la intemperie. Miro a las nubes, pero ya ni siquiera puedo verlas. Avanzo sin prisa intentando llegar a lo auténtico, a lo que soy. Cansado, me paro y descubro un retazo de lo que soy en realidad, estoy en el umbral del conocimiento. Sonrío como cuando era niño. Entro y siento un chispazo que enseguida desaparece. Para entonces, yo no soy más que oscuridad.

jueves, 7 de octubre de 2010

Atrapados por lo tangible

¿Cómo sostener un puñado de lluvia?
¿Cómo atrapar un trocito de cielo?
¿Cómo coger y manipular el tiempo?
¿Cómo tener alas y volar lejos?

¿Cómo limitar la esperanza?
¿Cómo alegrar la tristeza?
¿Cómo acompañar la soledad?
¿Cómo congelar la belleza?

¿Cómo hallar las respuestas de la vida?
¿Cómo vivir sin temer a la muerte?
¿Cómo morir sin temer a un infierno?
¿Cómo racionalizar lo que uno siente?

¿Cómo buscar a Dios entre tanta mierda?
¿Cómo creer en él cuando el alma espera?
¿Cómo saltar al vacío sin reservas?
¿Cómo pasar a la realidad lo que uno sueña?

¿Cómo cambiar el mundo sin armas?
¿Cómo hacer las armas innecesarias?
¿Cómo hablar cuando todos gritan?
¿Cómo seguir cuando todo caiga?

¿Cómo hacer de la soledad una amiga?
¿Cómo hacer del silencio un cómplice?
¿Cómo hacer de la ambición pedazos?
¿Cómo confiar en lo que luego se rompe?

¿Cómo liberarte cuando todos se apresan?
¿Cómo ser feliz cuando todos te desprecian?
¿Cómo hacer que cada segundo merezca la pena?
¿Cómo arriesgarte cuando todos se quedan?

¿Cómo amar cuando nunca te han amado?
¿Cómo sonreír  cuando siempre has llorado?
¿Cómo saltar cuando siempre has camindo?
¿Cómo tener fe cuando siempre has desconfiado?

¿Cómo apropiarse de lo abstracto cuando vivimos atrapados en lo que tocamos?

Volver a empezar

  Por favor, que llueva, deseo en voz baja mirando el soleado día desde mi ventana. Por favor, que llueva, que el agua borre de mi alma aquellas huellas que dejasten en ahora esa lejana playa. Lluvia, cae sobre mí, necesito que el agua limpie las vergüenzas de mi pasado para poder construir un futuro ¿feliz? Que llueva, y se confundan mis lágrimas con las gotas, mis sollozos con el rugir de los rayos. Necesito la serenidad del agua para calmar el ardiente dolor que ahora me llama. Que llueva, y pueda salir a disfrutar de la simpática soledad de mi pasado borrado. Y que mis húmedos labios sonrían al presente que viven y al futuro que vivirán. Y que salte por encima de las nubes, de la tormenta, y me confunda con un cielo gris que llame a mi libertad de vuelta. Que llueva, y las calles mojadas reciban mis nuevos pasos, decididos a quiarse por la incertidumbre del rumbo que decidirá mi camino a tomar. Y que la soledad me invada, y no necesite más a la lluvia pata borrar mis lágrimas. Que llueva, y deje mi paraguas en casa, y la lluvia me moje y resbale mi alma. Y baile al son de la tormenta, sonriendo, dejando que las gotas caigan sobre mi húmedo sueño. Y viva, por fin, la vida como quiero. Desatar mis alas y ver que el límite es el cielo. E imaginarlo. E ir guiando mis pasos hacia el mundo soñado. Que llueva y, sea, por fin, lo que deseo.