viernes, 20 de agosto de 2010

Ángel con cadenas

Jadeante te vas quitando los zapatos, el vestido, las enaguas y ese maldito corsé que te impide respirar. Te adentras en el bosque. Huyendo de todo y de todos. Forcejeando con tu yugo. Corres gritando lo que no puedes gritar, riendo las sonrisas que no puedes esbozar, derramando las lágrimas que no puedes derramar. Necesitas liberarte. Aunque no sirva de nada. Aunque los problemas no se vayan. Aunque tengas que volver y tu celda se estreche aún más. Tan sólo necesitas poder escapar, huir del qué debo hacer, del cómo debo portarme y, sobre todo del qué pensarán los demás. Quieres gritarles a todos y hacerles ver lo estúpido y absurdo de sus vidas, hacerles comprender que su forma de ver el mundo es como una jaula, pero se sienten refugiados haciendo más poderosos a los fuertes y dejando a merced del lobo a los débiles. O eso crees tú. Necesitas hablar con alguien que te entienda, con algún criado quizá, y así poder desahogarte, pero está prohibido y condenado. Es incomprensible. Lo único que entiendes es que te sientes completamente sola en medio de una marea de gente que va y viene, gente que pasa por tu lado sin rozarte, y no consigues ver el lugar donde encajas, tus pensamientos te alejan de todo lo demás haciéndote sentir encerrada en tu propia vida. Lloras sin quererlo. Aunque, ¿qué más da ya? No tienes que contentar a nadie, y  a nadie le importa cómo te sientes y no te lo preguntarán. Sabes que los demás ven en tus ojos la libertad pugnando por salir, el cómo  no aceptas tu papel en la sociedad ni el de los demás. Sabes que pueden ver que estás a punto de explotar. Por eso nadie pregunta, temen que la onda expansiva sea demasiado grande. Tan sólo sigues corriendo. Quizá llegues a algún lugar mejor en el que  mujeres y hombres sean iguales, en el que éstas no tengan que parecer débiles y éstos puedan mostrar sus sentimientos. Quizá ese lugar sea peor y tengas que volver suplicando el perdón de aquellos a los que detestas y asumir el papel que te ha tocado desempeñar desde tu nacimiento, ahogando todos tus sentimientos. Quizá sólo puedas ser libre en instantes como éste…No, libre no, porque para ti la libertad actual es como el espejismo de un oasis en medio de un desierto cuado te encuentras cansado y sediento. Un espejismo al que te empeñas en llegar gastando el último de tus alientos porque crees que por fin has conseguido aquello que ansias, sintiéndote feliz por haberlo conseguido, pero luego te das cuenta que has sido engañada y el oasis es tan sólo arena que se escapa entre tus dedos. No, definitivamente, aquí no puedes ser libre por lo que continúas tu camino. Quizá no llegues a ninguna parte. Algo tienes claro: cuando la libertad explota, cuando tus pies corren solos y veloces sin que tú quieras, cuando tu corazón late desenfrenadamente y tienes la necesidad de salir corriendo, no te pares o morirás por dentro y no serás más que una marioneta que moverán a su gusto.
Por eso tú, ángel con cadenas, sigues avanzando dejando tras de ti la huella de tus pies, abriendo un camino nuevo y desconocido, cargado de esperanzas y temores. A lo lejos, tan sólo una sombra que se pierde en la oscuridad. Quizá no puedas volar, pero puedes correr más rápido.

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