martes, 13 de septiembre de 2011

Infierno

Estoy desnuda en un lugar extraño. Tiemblo descontroladamente, este sitio está helado. Ando sobre el hielo y, al fijarme, descubro que mi horizonte no es más que un desierto congelado. El frío me duele, y sé que mire donde mire todo será igual, todo está muerto en este limbo gris. Aún así, y a pesar del dolor y de saber que no habrá salvación, corro desesperada buscando algo, creo que incluso yo misma ignoro qué es. Algo, quizá alguien, que me dé esperanzas, que me haga creer que podré escapar de aquí.
Estoy desnuda, y también herida. No fui consciente hasta que me detuve y, al mirar hacia atrás, descubrí que había marcado el camino con mi sangre.
Ya sé quienes fueron. Son los culpables de que esté aquí, en este paraje inhóspito, digno de tu peor pesadilla. Esta vez no es un inframundo, no hay llamas eternas ni
torturas perpetuas.
Es peor; es estar solo y herido en medio de una frialdad lacerante; de un frío que quema. Nunca sospeché que ellos pudieran hacerme esto. Me creí invencible. Me equivoqué. Como tantas otras veces. Llegaron de forma inevitable, como un huracán que me lanzó por los aires, me sacudió y jugó conmigo hasta enterrarme en mí misma. Yo, es la prisión de la que nunca conseguiré escapar.
Después me condujeron a este lugar, pero no hay demonios ni fuego que puedan recordarme qué es el calor. Esto es una tortura; encontrarme sola y en este lugar tan liso que tengo la certeza de que no podré aferrarme a nada.
Estoy ardiendo.
Mientras todo sigue inalterable, todo igual de muerto, yo soy fuego.
Supongo que yo tengo parte de culpa, por no pararlo todo; me fui introduciendo en el mar y los tiburones me arrastraron a las profundidades. Pero fui yo quien se acercó a ellos.
No supe pararlo a tiempo y ahora lo pago.
Desnuda, sin rumbo, permanezco vagando.
Tengo la esperanza de que, con el tiempo, esto se derrita.
Si no acaba antes conmigo...
Grito, sollozo, suplico, ardo en palabras de rencor y dolor, golpeo, me desgañito; pero ni siquiera el eco me responde. Vacío.
Caigo cual marioneta a la que le cortaron los hilos.
Maldita soledad, estúpido miedo.

Esto, es el infierno.

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