sábado, 4 de junio de 2011

Polvo de estrella

Se cansó de la pena, del dolor, de lo humano, y de la vida, y fue por eso por lo que se aferró a la ventana. Cada tarde, al pasar por delante de su casa, descubro su mirada perdida dirigida a un horizonte infinito. Y me invento su historia. Tiene que haber vivido mucho para abandonar lo terrenal y encaramarse a lo etéreo de lo místico. Siempre que la veo, mira el cielo. La imagino por la mañana, casi de madrugada, esperando ver ese amanecer; el cielo se tiñe por un instante de rojo y una bola de fuego aparece en su vida. Lo único cálido, lo único que puede asemejarse a su pasión probablemente ya enterrada y putrefacta. Y cuando sale el sol, cómo se ilumina todo, amanecen las calles y reina ese silencio que no tardará en ser destrozado por la actividad del día. Pero en ese momento, en el que el sol naranja es dueño del cielo y no existe nada más, hay color en su vida, ya es algo más que su mirada vacía, es un amanecer común a lo largo de todos sus años; cambian las personas, cambian las casas, los sentimientos, las calles, cambia la ciudad, cambian las costumbres, pero el amanecer es siempre el mismo. Me la imagino más tarde con su bata levantándose de la mecedora y yendo a por un café. Y su regreso a


un cielo que aún conserva el rosa del amanecer. No como ella. No se arregla, para qué, lo único que hace es intentar comprender el mundo a través de una ventana. Y no la culpo, su vida estará llena de golpes, su cuerpo, de cicatrices. Más tarde, después de todo el ajetreo y los coches yendo a trabajar, el cielo se vuelve de azul límpido, tan puro que parece imposible que exista. Y una mano dibuja unas nubes sobre una línea que hace que parezca que el cielo es eterno, pero es todo una ilusión, el cielo se acaba, y también la tierra. Todo tiene un final, pero nos empeñamos en creer en las ilusiones, por eso yo vivo cada día, por eso ella ha decidido dejar de soñar, y ver el mundo desde otra perspectiva. Cuando anochece, y el mundo se retira a su casa, sólo queda el silencio, y, si no está muy contaminado, un cielo que va oscureciéndose y que se tiñe de un azul profundo, lo que merecen los reflejos de estrellas que ya no existen. También nosotros nos teñimos. Al fin y al cabo, no somos tan distintos al cielo, a ese cielo cuando es rojo, cuando es azul y te hace creerlo infinito, y cuando es profundo y brillan sobre él cientos de estrellas. La verdad es que estamos hechos de polvo de estrella. Todos somos trozos de cielo, ella lo ha descubierto, y ha decidido pasarse lo que le queda de vida admirando el cielo desde su ventana, pero no es el cielo lo que mira, sino la película, la historia, de su vida.

1 comentario:

  1. Busca tb algo que no la abandone, no? El cielo permanece inalterable día a día... mientras que la gente de nuestro entorno se mueve, se va, viene, nos olvida, nos recuerda... la búsqueda de algo inalterable en nuestras monótonas y tontas vidas.
    Me gusta la comparación... voy a seguir leyendo que me veo con fuerzas xDDD

    ResponderEliminar