martes, 14 de septiembre de 2010

Pacto con el diablo

Vendí mi alma al diablo por unos míseros deseos. Arrojé mi dignidad al mar para poder mostrarme como yo me veo. Pero ahora, sin mi alma, ya no soy lo que era y me pregunto: ¿mereció verdaderamente la pena? Cansado por no poder conseguir lo que quería y acosado por una opción casi prohibida caí en el juego de aquél que las llamas eternas custodia. No tuve miedo, confiaba tanto en él…Parecía que todo te incitaba a creerle. Sus bonitas palabras disfrazadas en un cuerpo hermoso al contrario de lo que la gente cree. El diablo es guapo, por eso la gente se niega a reconocer caer. Puede adoptar cualquier forma y no intentes resistirte. Caerás, oh débil humano, ante lo brillante del mundo ofrecido por sus labios. No pensarás que es él hasta caer en cuenta de tu error. Ya tarde amigo, los pactos con el diablo son definitivos. Maldecirás como yo hice, tu infinita estupidez, y pensarás ¿cómo pude caer? Todo el mundo se cree especial hasta que se da cuenta de que todas las personas tropiezan con la misma piedra. Yo me crucé con el diablo en una tarde lluviosa. Todo el mundo se ocultaba bajo sus paraguas; él se dejaba acariciar por las gotas. Nos conocimos y le quise de inmediato me enseñó a encontrar la felicidad bajo el dinero a espuertas ganado. Luego me dijo que hallaría más felicidad en el poder. Después vendí mis sueños por ese mísero papel. Él me dibujó el futuro más bello que pudiese imaginar para ello yo sólo tenía que renunciar a todo lo que había sido, a todo lo que era entonces. Tenía que renunciar a mi personalidad. Fue entonces cuando la frialdad se adueñó de mi cuerpo ya vacío. Vi al demonio jugar con mi alma y miré envidioso, cómo se lo pasaba. Intenté hablar con él, pero no sirvió de nada. Me volvió a engatusar con sus bellas palabras. Cual inocente insecto fui enrollándome más en su red. Cual astuta y divertida araña, miraba cruel testigo él. Mis pasos se hicieron monótonos, mi mente estaba confusa. ¿Cómo reparar la pérdida de tu alma? Y la pregunta más dolorosa que yo mismo rehusé hacerme pero que se coló en mi pensamiento ausente ¿Quién era? Ya no lo sabía. Un imbécil, quizá. Porque ya se iba desdibujando mi anterior felicidad. La estupenda vida pintada por el diablo caía dolorosamente sobre mí. La realidad me volvió a invadir. De repente deseé morir. Aunque sabía a dónde iba a ir. Un día como otro cualquiera el diablo se apiadó de mí. Me llevó al infierno invitándome a pasar. Aunque yo había de soportar verle con mi alma disfrutar. Pero ¿qué más daba ya? Le pedí que me hablase y continuó con sus historias. Volvió a hablarme de la felicidad y los sueños, volvió a confundirme, pero esta vez lo quise a propósito. Despacio, suavemente, me abandoné a sus dulces palabras. Lenta, muy lentamente, olvidé quién fui y lo que él me había hecho ser. Y así, al calor de las llamas, fue donde terminó este ser estúpido que se dejó engañar por lo que unos llaman diablo, ése que está compuesto por el egoísmo y la ambición, dulce tirano.

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